Esta enfermedad fue descrita de forma sistemática por primera vez en 1849, pero la descripción más antigua conocida de una persona con posibles síntomas de la enfermedad data del siglo XIV en Holanda. El término se refiere tanto al número (múltiple) como a la condición (esclerosis, del término griego que describe una cicatriz o tejido endurecido) de las áreas en las que se ha eliminado la mielina en el Sistema Nervioso Central.
La esclerosis múltiple es una enfermedad inflamatoria del sistema nervioso central que afecta a personas jóvenes predispuestas genéticamente y que estarían expuestas en la infancia a un agente ambiental que ocasionaría una disfunción del sistema inmunológico, con el desarrollo de una acción autolesiva dirigida contra la sustancia blanca que produciría un defecto en la conducción de los impulsos nerviosos. Con el tiempo, la enfermedad puede causar el deterioro o daño permanente de los nervios.
Entre los factores ambientales que pudieran desencadenar la respuesta autoinmune se encuentran las infecciones, especialmente por virus. La lista de agentes propuestos es larga. Incluye el virus del sarampión, el virus herpes humano tipo-6 (VHH-6), algunos retrovirus, el virus de Epstein Barr (EBV), entre otros.
La enfermedad se caracteriza mayoritariamente por múltiples y variados síntomas y signos de disfunción del SNC. En líneas generales, los que suelen manifestarse más precozmente son parestesias en una o más extremidades, el tronco o un lado de la cara, debilidad o torpeza de un miembro inferior o de la mano, trastornos visuales, debilidad muscular o fatiga inusual de un miembro, alteraciones leves de la marcha, dificultad en el control vesical, vértigo y trastornos emocionales leves. El curso de la enfermedad es habitualmente variable y se caracteriza por la presencia de periodos de remisión y exacerbaciones o recaídas recurrentes que generan alguna discapacidad física acumulativa, que si bien puede aparecer desde el inicio de la enfermedad, lo más frecuente que comience a manifestarse tras varios años de evolución.
La Esclerosis Múltiple es la enfermedad neurológica más frecuente en adultos jóvenes en Europa y Norteamérica, constituyendo una de las principales causas de invalidez para este grupo de edad. La enfermedad puede comenzar a cualquier edad, siendo rara antes de los 10 y después de los 60 años. Afecta con mayor frecuencia a las mujeres en una proporción aproximada de 2:1.
Clasificación clínica
La Esclerosis múltiple se clasifica en varios subtipos basándose en el curso clínico:
-Remitente-recurrente: cerca del 85% de los pacientes debutan con esta forma, se caracteriza por cuadros agudos de síntomas neurológicos con recuperaciones.
-Secundariamente progresiva: aparece 10-20 años después de la instalación de la forma remitente recurrente, las remisiones se vuelven infrecuentes y por lo general son reemplazadas por un empeoramiento gradual de los síntomas neurológicos a lo largo de meses a años, suelen quedar secuelas neurológicas y se considera la progresión de las lesiones tempranas.
-Primariamente progresiva: sólo 15% de los pacientes con EM se presentan con síntomas neurológicos progresivos y graduales sin remisiones desde el inicio. Generalmente los síntomas son mielopáticos.
-Progresiva-recurrente: es un subtipo de la forma primaria progresiva que puede tener recaídas raras sobreimpuestas a una progresión lenta. A diferencia de la forma remitente-recurrente, este subtipo tiene escasez de lesiones cerebrales y espinales en la resonancia magnética, también difiere patológica, inmunológica y clínicamente.
Síntomas
El curso de la esclerosis múltiple es variable, caracterizándose mayoritariamente por la presencia de periodos de remisión y recaídas, con alguna discapacidad acumulativa. Aunque dicha discapacidad física puede aparecer desde el inicio de la enfermedad, lo más frecuente es que comience a manifestarse tras varios años de evolución. Las manifestaciones clínicas son muy variadas, dependiendo de los nervios afectados y del grado de anormalidad de la conducción nerviosa: pueden observarse alteraciones musculares y de la coordinación, sensoriales, alteraciones neurológicas, trastornos visuales o disfunciones sexuales.
Entre los trastornos musculares, que son mayoritarios, se describen la debilidad muscular, sobre todo en las extremidades, que puede intensificarse con el calor, la fiebre o el esfuerzo. Esta debilidad se traduce también en fatiga, la cual se une y agrava aquella causada por problemas de movilidad y que, si afecta a la respiración, puede suponer una discapacidad importante. Los músculos también pueden estar tensos o rígidos, además, si afecta a nervios craneales, puede provocar parálisis facial.
La afectación del cerebelo puede ocasionar trastornos en el habla, temblor y dificultad de coordinación que, junto con los trastornos del equilibrio y la debilidad muscular, la espasticidad (aumento involuntario del tono muscular que conduce a rigidez y espasmos), la fatiga y las alteraciones sensoriales, contribuyen a uno de los síntomas más característicos de la Esclerosis Múltiple: los trastornos de la marcha. Si los síntomas de la Esclerosis Múltiple son lo suficientemente intensos, pueden dificultar el caminar o incluso el ponerse de pie, produciendo, en los peores casos, una parálisis parcial o total. La combinación de espasticidad y ataxia cerebelosa puede llegar a ser totalmente incapacitante.
Las alteraciones sensoriales también son muy frecuentes; en la mayoría de personas suelen iniciarse distalmente con picor, hormigueo o entumecimiento en la punta de los dedos –parestesias e ir acompañadas de dolor, llegando en ciertos casos a la pérdida completa de la sensibilidad táctil.
Por otra parte, el síntoma inicial a nivel visual de la enfermedad consiste, a menudo, en visión borrosa o doble, distorsión de la percepción de los colores (rojo-verde) o incluso ceguera en un ojo.
También pueden observarse trastornos de la función vesical (incontinencia en los primeros estadios que puede derivar en retención urinaria) y la función intestinal (estreñimiento, diarrea). A medida que progresa la enfermedad, la disfunción sexual puede convertirse en un problema, pues pueden aparecer problemas de erección y lubricación, disminución de la excitación y pérdida de sensibilidad. Aproximadamente, la mitad de todas las personas con Esclerosis Múltiple experimentan un deterioro cognitivo, manifestado como dificultad para concentrarse o para mantener la atención, pérdida de memoria y dificultad para el enjuiciamiento.
Diagnóstico
No existe una prueba única que permita establecer el diagnóstico de esclerosis múltiple, que además presenta manifestaciones inespecíficas que podrían dificultar o sugerir otra patología neurológica de manifestaciones similares. Para el diagnóstico se suele recurrir primordialmente a una historia clínica completa, examen físico y examen neurológico detallados.
Pruebas: son las realizadas en el laboratorio que pueden ser el elemento decisivo del proceso de diagnóstico. Dentro de estas se encuentran:
La resonancia magnética (RMN): La adquisición de imágenes por RMN de cabeza y columna es fundamental a fin identificar las lesiones desmielinizantes específicas en cerebro y médula espinal y ha aumentado significativamente el conocimiento de los procesos patofisiológicos que subyacen en la Esclerosis Múltiple.
Potenciales evocados (PEV): se estudian los potenciales evocados (visuales, auditivos de tronco y los somatosensoriales) mediante la colocación de electrodos sobre la piel y la emisión de señales eléctricas, para medir cuán rápida y precisamente responde el sistema nervioso a la estimulación. Permite detectar lesiones asintomáticas no descubiertas en la exploración física.
Análisis de fluido cerebroespinal y de sangre.
Tratamiento
El tratamiento de la Esclerosis Múltiple tiene como objetivos: reducir la gravedad y la frecuencia de las recaídas para contrarrestar sus efectos clínicos, limitar la discapacidad persistente y su progresión, aliviar los síntomas, y promover la reparación tisular.
En el caso concreto de la esclerosis múltiple, en las últimas 2-3 décadas se han introducido grandes avances en terapéutica con la aparición de nuevos fármacos que representan un éxito en el campo de las enfermedades neurológicas y una esperanza para muchos pacientes que sufren cuadros dolorosos e incapacitantes.
El tratamiento farmacológico se aborda desde 3 perspectivas: tratamiento de fase aguda con corticoides como metilprednisolona y prednisolona, y plasmaféresis, para que se reduzca la gravedad del brote y su repercusión posterior; tratamiento modificador de la enfermedad, que busca reducir la frecuencia e intensidad de los ataques agudos y frenar la progresión de la discapacidad acumulada y el deterioro neurológico, para ello se recurre a tratamientos inmunomoduladores o inmunosupresores, capaces de actuar sobre el mecanismo autoinmune de la enfermedad, y tratamiento sintomático con interferón beta, glatirámero, fingolimod y dimetil fumarato, para aliviar la sintomatología y mejorar así la calidad de vida del paciente.
Recomendaciones
Mantenga hábitos de vida saludables, evitando la ingesta de tabaco, alcohol, productos procesados, realice ejercicio y manténgase activo.
Consulte a su médico si presenta algunos de estos síntomas, y los mismos no están relacionados a ningún evento particular al que usted pueda precisar.
Si está bajo tratamiento médico, recuerde tomar la dosis exacta a la hora previamente especificada por su médico.
Recuerde no automedicarse bajo ningún motivo, todo tratamiento farmacológico, debe ser indicado y debe de estar bajo la vigilancia del personal de salud.
Si en su familia hay casos de esta enfermedad, recuerde comunicárselo a su médico tratante en la próxima visita médica.
Bibliografía
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