Las hepatitis virales son enfermedades transmisibles, agudas y/o crónicas, que han alcanzado especial importancia en todo el mundo. La morbilidad y mortalidad por estos padecimientos ocupa un lugar significativo, se considera un problema de salud pública. Las hepatitis víricas se clasifican en varios tipos de acuerdo con los virus que las causan, las cuales tienen diferencias en su etiología y sus características epidemiológicas, como en sus mecanismos de transmisión y los aspectos inmunológicos, clínicos y hepatológicos. Actualmente se conocen las características de los virus de la hepatitis A (VHA), la hepatitis B (VHB, la hepatitis C (VHC), la hepatitis delta (VHD)
La hepatitis
vírica aguda es una enfermedad infecciosa del hígado causada por distintos
virus que replican en los hepatocitos, caracterizada por necrosis hepatocelular
e inflamación. El cuadro clínico y las lesiones histológicas originadas por los
diferentes agentes etiológicos son prácticamente idénticos, aunque existen
diferencias en el mecanismo de transmisión de la infección, el periodo de
incubación y la evolución de la enfermedad y, sobre todo, en los marcadores
serológicos que permiten reconocer el agente responsable.
Hepatitis
A: constituye un problema de salud pública mundial,
siendo la más frecuente de las hepatitis virales tanto en países en desarrollo
como en países desarrollados, mostrando un aumento de la incidencia a medida
que aumenta la edad de la población. El VHA está presente en todo el mundo;
éste causa sólo la forma aguda de la enfermedad, principalmente en los niños,
mientras que el 70% de los adultos presentará manifestaciones clínicas
importantes, incluyendo hepatomegalia. Su inicio es insidioso y se caracteriza
por fiebre, malestar general, anorexia, náuseas, dolor abdominal, conforme
progresa la enfermedad, la persona presentará malestar general, coluria,
acolia, y prurito generalizado e ictericia. La infección por hepatitis A es vía
fecal-oral, de persona a persona y los factores de riesgo son comer o beber
alimentos o agua que han sido contaminados por heces que contienen el virus de
la hepatitis A, no lavarse las manos apropiadamente después de ir al baño,
realizar prácticas sexuales que implican contacto oral y anal,
Hepatitis
B: Los síntomas clínicos incluyen anorexia, malestar
general, náusea, vómito, dolor abdominal e ictericia, las manifestaciones extra
hepáticas de la enfermedad, tales como exantema, artralgias y artritis, pueden
también presentarse. Las concentraciones de alanino y asparto amino
transferasas (ALT y AST) pueden incrementarse entre 1,000 y 2,000 UI/L,
mientras las concentraciones de bilirrubina pueden ser normales. La fase
crónica es asintomática hasta que se desarrolla la cirrosis hepática con datos
de cronicidad como son: hepatomegalia, esplenomegalia, red venosa colateral,
redes sanguíneas en “araña”, signo de la medusa, eritema palmar, atrofia
testicular, ginecomastia y ascitis.
La infección
por hepatitis B se puede propagar a través del contacto sexual, inoculación
percutánea, perinatal transfusional, nosocomial y por trasplantes de órganos
con sangre, ya que el virus se encuentra en semen, flujos vaginales y otros
fluidos corporales de alguien que ya tiene esta infección, y los factores de
riesgo son: transfusiones de sangre, contacto directo con sangre en escenarios
de atención médica, contacto sexual con una persona infectada, tatuajes o
acupuntura con agujas o instrumentos contaminadas, agujas compartidas al
consumir drogas, compartir elementos personales
Hepatitis
C: El inicio de síntomas es insidioso, con anorexia,
malestar abdominal, náuseas, vómito, con progreso a la ictericia, aunque en
menor proporción que la VHB La exposición parenteral es la forma más eficiente
de su transmisión, incluyendo inoculación por uso de drogas inyectables
Hepatitis D: también conocido como virus VHD, es un
virus incompleto, que puede causar la infección solamente en presencia de
infección activa por VHB. El VHD es una partícula viral de 35 a 37 nm, que
posee una cadena de RNA y una proteína interna antigénica, adherida a la
superficie proteínica de HBSAg. La infección puede presentarse sólo como una
coinfección con VHB o de superinfección en el caso de un portador de VHB, cada
uno de los cuales causa solamente un episodio clínico de hepatitis aguda.
Hepatitis E: La mayor parte de los casos su transmisión
fue por la vía fecal-oral. Sin embargo, se ha descrito de forma rara la
transmisión de persona-persona en Uganda en 2011.
Medidas
de prevención
El fomento de las normas estrictas de higiene
personal, el suministro de agua limpia para beber y para el lavado, buenos
sistemas de alcantarillado, etc., resultan de suma importancia. Se deben
realizar las recomendaciones para una alimentación adecuada a aquellas personas
viajeras, en especial el cuidado de verduras crudas y mariscos. En el área
hospitalaria se recomienda el lavado de manos y la utilización de guantes
frente a la manipulación de material potencialmente contaminado. Por otro lado,
y no menos importante, se cuenta con la inmunización pasiva y activa.
Diagnóstico
El diagnóstico va a diferir del tipo de virus al que
se esté enfrentando, sin embargo, los métodos generales más utilizados son:
Examen físico e historia clínica completa del paciente.
Análisis general (Perfil lipídico, albumina, tiempo de
protombina, aspartato aminotransferasa (AST), alanina aminotransferasa (ALT),
gamma glutamil transpeptidasa (GGT), bilirrubina y fosfatasa alcalina).
Anticuerpos inmunoglobulina M (IgM)/ inmunoglobulina G
(IgG) dirigidos específicamente al genoma del virus.
Examen de heces.
Prueba ELISA (es el acrónimo en inglés para
enzimoinmunoanálisis de adsorción. Se trata de un examen de laboratorio
comúnmente usado para detectar anticuerpos en la sangre).
RT-PCR (del inglés Reverse transcription polymerase
chain reaction), también llamada reacción en cadena de la polimerasa con
transcriptasa reversa, es una variante de la PCR, una técnica de laboratorio
comúnmente usada en biología molecular para generar una gran cantidad de copias
de ADN, proceso llamado "amplificación”).
Tratamiento
Hepatitis
A: Hasta la fecha, no hay ningún tratamiento específico
para la hepatitis A. Los síntomas suelen remitir lentamente, a lo largo de
varias semanas o meses, por lo que únicamente en algunas situaciones (pacientes
gravemente enfermos) son necesarias medidas de soporte hasta la resolución de
la fase sintomática. Solo en los casos más agudos los pacientes deberán ser
hospitalizados para asegurar tratamiento sintomático, equilibrio nutricional y
Descanso.
Hepatitis
B: En la hepatitis B crónica, el objetivo ideal del
tratamiento sería erradicar la infección viral para evitar su progresión a
cirrosis y controlar que ésta no se descompense o que aparezca un hepatocarcinoma.
Sin embargo, un objetivo más realista es lograr una supresión de la replicación
viral lo más intensa y duradera posible que suponga una mejoría clínica e
histológica del paciente. En los casos de hepatitis B aguda que puedan ser
sintomáticos, el objetivo debe ser preservar el bienestar y asegurar un
equilibrio nutricional adecuado del paciente, con reposición de líquidos
posiblemente perdidos en exceso por los vómitos y la diarrea. Por su parte, la
hepatitis B crónica los profesionales en salud lo abordan con tratamiento
farmacológico como el: inteferon alfa, lamivudina, entecavir, telbivudina,
adefovir y teofovir disoproxilo.
Hepatitis
C: El objetivo del tratamiento es conseguir una
respuesta viral sostenida, entre los fármacos utilizados por los médicos:
simeprevir, daclatasvir, el sofosbuvir, velpatasvir y voxilaprevir.
Hepatitis
D: El objetivo del tratamiento es, pues, la erradicación
o supresión virológica tanto del virus D como del VHB, pero dado que el VHD
inhibe con bastante frecuencia la replicación del VHB, los tratamientos
dirigidos específicamente a controlar la replicación de VHB no han sido
demasiado exitosos. El único fármaco aprobado y que se recomienda para la infección
por el VHD es el peginterferón α, generalmente en regímenes de 48 semanas,
independientemente de la respuesta observada durante el tratamiento.
Hepatitis
E: Por tratarse de una infección autolimitada en la
mayoría de los casos, el tratamiento de la hepatitis E es generalmente
innecesario, si bien la retirada de fármacos hepatotóxicos se antoja
imprescindible. No existe ningún tratamiento específico que altere el curso de
la hepatitis aguda, pero existe, sin embargo, alguna experiencia en el
tratamiento de determinados grupos de pacientes –como receptores de trasplantes
(inmunodeprimidos)– con ribavirina (600- 800 mg/día durante 12 semanas) sola o
combinada con Peg-IFN, que ha demostrado reducir la carga viral y proporcionar
una supresión virológica mantenida. La hospitalización podría ser necesaria
para asegurar medidas de soporte (nutricional y de bienestar) y tratamiento
sintomático en algunos casos de hepatitis fulminante o en colectivos de riesgo
como embarazadas sintomáticas.
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